De su dueña aprendimos a darle valor a lo bello y salvaje. Hace bastantes años nos enseñó que las flores no eran un capricho, eran medicina que nos mantenían felices toda la semana y, así, comenzamos a rodearnos de cosas bonitas. Ella es ordenada como pocos, práctica y todo lo que le rodea tiene un porqué. Aunque «solo» sea porque es bonito.




























